Wednesday, December 14, 2005

 

NEOLIBERALISMO CONTINUACION DEL COLONIALISMO

Articulista invitado a EL OBSERVADOR SOCIALISTA.



El neoliberalismo, continuidad del colonialismo
FEDERICO RODRÍGUEZ LÓPEZ*
Pese a que el neoliberalismo cuenta con más de veinte años implantado en nuestro país, existen políticos de derecha que aún creen en las bondades de su aplicación, cuando esta política económica no está diseñada para economías subdesarrolladas como es el caso de la mexicana. Con premeditación y cinismo, se impone un código extranjero a los mexicanos. El Estado mexicano impone y fomenta, brutal y artificialmente, las condiciones del liberalismo capitalista en un país subdesarrollado. Donde está el predominio político está el económico: los mexicanos morimos por el dominio económico estadounidense. Hoy es un momento coyuntural por la proximidad de las elecciones presidenciales: no debemos permitir que los neoliberales vuelvan a gobernar al amparo de los sofismas del desarrollo social y económico y del “cambio” social, con las modificadas políticas económicas capitalistas que han dejado mucho que desear en la sociedad mexicana. A la sociedad debe explicársele que la dependencia económica no es un infortunio ni un conjunto de azares, ni el resultado estadístico de miles de empresas individuales: debe decírsele que es una forma más del sistema capitalista. Cuando se habla de un sistema colonial, debe entenderse que no se trata de un mecanismo abstracto. El sistema existe y funciona. El círculo infernal del capitalismo es real y se encarna en 60 millones de pobres (hijos, nietos) que se han formado en él, y que piensan, hablan y actúan de acuerdo a la lógica del sistema. El sistema colonial inicia por ocupar al país vecino mediante formas violentas de dominación como las guerras. La explotación neoliberal es metódica y rigurosa como sus anteriores formas, a pesar de que se modifique, el fin es el mismo: expulsa a sus nacionales con violencia o sofismas con las políticas económicas que modifican los procesos productivos: se toman las tierras, la industria y el sistema financiero, se subordina a los antiguos propietarios. Los despojados se ven obligados a buscar empleo. El sistema capitalista se instaló gradualmente ayudado por sus defensores y ha adquirido diversos rostros económicos, políticos e ideológicos. Los capitalistas estadounidenses buscan la forma de abrir mercados para vender sus productos y obligan a su gobierno a comprometerse con la expansión, esto implica más ganancias y beneficios para ellos. Este colonialismo oculto tras el rostro del liberalismo económico no es azaroso: sus actividades están sujetas a beneficiar al sistema capitalista. El gobierno estadounidense, presionado por sus electores capitalistas que lo mantiene en el poder político, introduce inversión directa de capital y consorcios monopólicos que controlan el mercado mexicano. A partir de ahí, el sistema se refuerza por sí solo. En economía no es posible crear un mercado con un consumo especulado, sino de demanda efectiva, pues el consumo activa el nuevo proceso productivo y comercial. Primero suprime la fuerza de resistencia: odia a las clases si no las comercializa, y el capitalista ahora vence a su adversario con poco dinero extra para que adquiera su producto, la añeja enemistad cambia y hace que los más necesitados consuman lo que no necesitan; y sustituye las concentradas fuerzas colectivas por una polvareda de individuos recluidos en pequeñas corporaciones. La historia señala que en Francia rebosaba el capital y lo exportaba en grandes cantidades al extranjero. Se interesa en que la dependencia sea una forma civilizada de mantener el control colonial: el mercado no reconoce fronteras ni culturas nativas o aborígenes de otra nación, y es allí donde el predominio político hace lo suyo, el predominio de los productos, el predominio económico. El capitalismo hace de México una colonia estadounidense sin violencia física, señala Félix Greene, 1 cuando escribió que la introducción de capital financiero a países tercermundistas redujo el número de muertes por guerras, pero incrementó las muertes por hambre y por la extensión de la jornada laboral. Por esto debemos reconocer que la inversión extranjera (en cualquiera de sus modalidades) es silenciosa y no hace nota roja, pero causa más daño: hace que del país intervenido sea más pobre y dependiente del más fuerte, centralizando el capital. Marx 2 señaló hace más de 150 años que la ganancia es la columna vertebral del sistema capitalista, y quien crea que ese pensamiento está derruido, revise los datos económicos actuales para desengañarse. En la política mexicana actual, los neoliberales priístas y panistas piensan que se dividen en dos grupos: los buenos y los malos neoliberales. Los primeros, sin duda son ellos, y creen que los segundos son los culpables del fracaso de la política económica neoliberal, es decir, son responsables de la degradación de la política económica heredada de neoliberales priístas. Por ejemplo, Carlos Salinas de Gortari culpa a Ernesto Zedillo y viceversa. Y los panistas neoliberales creen que los malos neoliberales son los del PRI. Así que la sucesión de culpables continuará hasta que el modelo, por sus propios síntomas y deficientes resultados sociales, se autodestruya, podemos esperar que de ganar las elecciones un nuevo neoliberal sin duda culpará a Vicente de su fracaso económico. Los neoliberales no son un partido político, son grupos cerrados de derecha que participan activa y políticamente en el PRI y en el PAN, y con la máscara del “cambio” se sostiene el sistema capitalista. No es cierto que existan neoliberales buenos y malos: hay neoliberales y basta, y contra ellos es el ataque. Cuando comprendamos esto, sabremos que los políticos de izquierda atacan razonada y frontalmente al sistema capitalista y que desean desaparecerlo por generar dependencia con empresas monopólicas extranjeras. 1) El problema es económico. Los “neoliberales buenos” como Fox tienen una tarea económica compleja ante sus ojos y ajustan la política económica con la que pretenden dar pan (con minúscula) a 60 millones de mexicanos: 40 son muy pobres y los otros 20 son pobres,3 y a pesar de la clasificación, los pobres seguirán ahí, en la misma escala social, pues los salarios reales no erradican su condición. Los capitalistas no cederán el 100% de sus ganancias por filantropía: sólo quieren generar consumidores que adquieran sus productos lo más rápido posible. 2) En lo social: multiplicar médicos y escuelas fueron una preocupación constante para este “nuevo gobierno”; pese a la sana intención, el problema persiste y, aún peor, se agudiza. El gobierno mexicano, para continuar con la aplicación de la política neoliberal, creó programas de asistencia social 4 para ayudar a los marginados, pero estos programas están limitados, son insuficientes para 60 millones de pobres que van en aumento porque no dejan de reproducirse y cada día demandan ayuda y atención a sus necesidades elementales. El gobierno actual trata de integrar la sociedad a través de los programas de asistencia social donde el gobierno regula las pugnas entre la clase obrera y los capitalistas. Solidaridad y Progresa, con gobiernos priístas y Oportunidades con el gobierno foxista, son programas sociales destinados a los pobres que lo único que generaron fue burocracia y que los recursos destinados a esa población fueran mucho más restringidos: ni los burócratas ahora se beneficiaron y se obtiene los mismos viejos resultados. Tras la política del beneficio social se observa un truco más de quienes concentran el capital para que consuman los que menos tienen. El mercado existe bajo este binomio: comerciante y consumidor. El consumidor efectivo adquiere lo que lanza el mercado. Ahora ya no se sospecha de su forma de gobernar, Fox gobierna para los Estados Unidos. Esto lo sabe todo mexicano consciente. Esta es la reforma neoliberal. El sistema aniquila todo por sí solo y únicamente puede mantenerse endureciéndose y haciéndose cada día más inhumano, pese a que prediquen que la solución está en la tercera vía, que en el fondo es una aplicación más del capitalismo para continuar enriqueciendo a unos cuantos mientras aniquila a las sociedades que no necesita, pues requiere de sociedades consumistas y no de sociedades organizadas. La trampa capitalista cobra sentido: ¿esta industria nueva, a quién piensa vender sus productos?, ¿a mexicanos? Imposible: ¿de dónde obtendrán dinero para pagar cuando, desde los años 90 del siglo pasado, en el mundo circula la noticia de que en México millones de personas “viven” con menos de un dólar diario o un salario menor establecido por la ley? La contradicción de este sistema es que hay que crear el poder adquisitivo en los países dominados. Fox no ha modificado esta política porque el sistema tiene raíces profundas. Fox y el PAN vieron en el PRI un árbol torcido y, a la distancia, el espejismo del cambio los cegó. Hoy conocen la dureza del sistema y se refugian en la disculpa constante. Dijo que aumentaría el rendimiento de la producción nacional que hasta durante septiembre del 2005 descendió, pero los mejores sectores estratégicos los poseen los capitalistas extranjeros. El procedimiento que utiliza este “representante del pueblo” es complicado y confuso, arruina a todos: campesinos pobres arruinados por la concentración de tierras y la mecanización, venden sus campos para sumarse al proletariado urbano. A los campesinos la pobreza los exilia en las ciudades o en el extranjero, donde no son bienvenidos y son hacinados. Quienes desean quedarse, aún voluntariamente, en su país, están obligados a trabajar con salarios irrisorios, el temor al desempleo urbano desalienta revueltas; los huelguistas temen que sean utilizados; no hay escala móvil laboral ni social, no hay convenios colectivos porque todos están amafiados y los patrones prefieren contratos de protección que celebren con sindicatos de derecha; no hay subsidios familiares; no hay viviendas de interés social, excepto en las orillas de la ciudad y muy reducidas. La obra estadounidense en México se realiza en su beneficio y para su realización fue necesaria la intervención de los representantes mexicanos, en un acto de entreguismo, con los efectos económicos que conocemos. Cuando se gana el salario mínimo el consumo se restringe y para “progresar” se limita al consumo alimentario. Se restringe la capacidad de elección entre los productos alimenticios, pues se consumen más alimentos que lo que provee el ingreso y no sobra para vestir, alojarse y otros enseres. El pauperismo progresivo es como un cáncer en el centro del país y roe todo. El capitalista no genera competidores sino consumidores, por eso, en contubernio con el gobierno, fijan un salario mínimo con incrementos salariales que causan odio hacia los gobiernos y sume en la desesperación a quien percibe ese salario, generándole un estado psicológico confuso. El desempleo aumenta y el subproletariado desesperado crece por año. El único beneficio del colonialismo es que los opositores a él deben mostrarse intransigentes. Ellos, los estadounidenses, sólo pueden sacar una lección de esos hechos: el liberalismo está en camino de autodestruirse. Pero aún envenena la atmósfera: es nuestra vergüenza, se burla de nuestras leyes y las caricaturiza; nos infecta de su racismo, como lo ha probado el episodio de la guerra de Irak: obliga a los jóvenes a morir a pesar suyo, por los principios fascistas. Su papel es ayudarnos a morir. No sólo en México, sino en todos los lugares donde existe. Se trata de construir con los mexicanos relaciones nuevas entre un Estados Unidos libre y un México liberado . Pero sobre todo, no vayamos a dejarnos apartar de nuestra tarea por la mistificación reformista de política económica neoliberal como los tratados de libre comercio que benefician a los estadounidenses. Las reformas vendrán a su tiempo: el que las hará será el pueblo mexicano. La única cosa que podríamos y deberíamos intentar –que es esencial hoy en día– es luchar junto a ellos, para liberar a la vez a los mexicanos de los estadounidenses. El nacionalismo mexicano no debe ser una simple reviviscencia de antiguas tradiciones, de antiguos apegos: es la única salida de que disponen para hacer cesar la desigualdad social. La inmediata tarea política de la izquierda para oponerse al sistema económico consiste en romper los cuadros de la política neoliberal y frenar la intervención económica extranjera. ¿Se trata de industrializar al país dominado? Nada de eso: el capital estadounidense no invierte en países de tercera por sus condiciones específicas: utilidad insegura y benéfica al largo plazo, cuando necesita circular su capital lo más pronto posible: esta es la regla económica. Habrá que construir todo: tasas impositivas de impuesto, regular las relaciones internacionales, interactuar con los diferentes sectores sociales, e incluso, aunque el imperio capitalista permitiera industrializar al país conquistado, ¿por qué crear una competencia de producción, cuando es mejor eliminarlo del mercado o subordinarlo al proceso productivo que seguirá siendo por mucho tiempo el corazón de la economía y del desarrollo de cualquier nación?
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* Economista por la UNAM, analista político y candidato a maestro en sociología por la Universidad Iberoamericana.
Notas
1 Consúltese su libro: Lo que todo latinoamericano debe saber sobre los Estados Unidos, Edit. Siglo XXI. 2 Puede consultarse su extensa obra económica. 3 Se pueden revisar los datos que Julio Bolvinik presenta en la sección de economía moral de La Jornada. 4 El lector puede consultar los programas de Solidaridad y Progresa, publicados por el Gobierno de la República y los datos que arrojaron los presidentes en turno en sus informes presidenciales anuales.

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